Claves del liderazgo pedagógico como motor para la mejora continua

Desde un punto de vista personal, es cada docente quien debe ejercer en primera instancia ese liderazgo pedagógico para comprender claramente que: de todas las variables que influyen en los resultados de aprendizaje de sus alumnos, la única sobre la que tiene realmente control es sobre su propia práctica educativa.

La buena noticia es que dicha práctica es la clave para la mejora continua de los resultados en su alumnado.

Ahora bien, para hacer realmente la diferencia en dichos resultados a medio y largo plazo, el liderazgo pedagógico debe ser ejercido desde un punto de vista colectivo. ¿Qué se necesita para fomentar el este tipo de liderazgo como motor de la mejora continua en las entidades educativas?

Para funcionar como equipo, docentes y directores deben primero establecer las reglas del juego de qué se realizará en las aulas y cómo, mediante el diseño de procedimientos y actividades a desarrollar antes, durante y después del proceso de conducción del aprendizaje. Este diseño debe ser una co-creación, donde los docentes tengan la oportunidad de consensuar y plasmar en papel lo que deben trabajar en las aulas y luego darse un tiempo para implementarlo, llegando a dominar esas nuevas prácticas educativas, integrándolas cada uno en su mochila docente. La forma natural de realizar este proceso es en comunidades de aprendizaje entre iguales, con el fin de institucionalizar una práctica educativa determinada, que no es exactamente la que cada profesor/a ejerce ayudado de su mochila docente, sino aquella que responde fielmente a las finalidades de aprendizaje pretendidas por la entidad educativa donde labora (perfil de salida/egreso).

Es en estas comunidades donde resulta propicio el aprendizaje entre iguales. Un espacio para ir abriendo las mochilas docentes, poco a poco, y compartir aquellas prácticas que se juzguen como adecuadas para aquellos aprendizajes que pretende conseguir la entidad educativa en su alumnado, en función de los principios sobre cómo aprendemos las personas. Un espacio para ir incorporando aquellas prácticas y estrategias que aún no tenemos en nuestra mochila, mediante el apoyo de nuestros colegas.

Si contamos con una metodología compartida que hemos consensuado, es más fácil ejercer el liderazgo pedagógico para poner en común las estrategias, e incluso apoyarse unos a otros para conseguir dominar aquellas metodologías didácticas que aún no sean de uso común. Así mismo, los docentes que ya las dominan podrían hacer de mentores de los colegas que aún no las han incorporado y también transformar ese liderazgo pedagógico en una revisión entre iguales porque: “si compartimos una misma metodología, yo puedo entrar a tu aula y retroalimentarte posteriormente y tú puedes hacer lo mismo conmigo”.

Visto así, este ciclo de mejora continua debe contar con, al menos, las siguientes acciones y compromisos por parte de los profesionales de la educación:

DOCENTES

  1. Responsabilidad conjunta sobre lo que se realiza en las aulas
  2. Coordinación de las estrategias de enseñanza- aprendizaje
  3. Poner en común aquello que es capaz de hacer cada uno
  4. Ejercer como formadores y dejarse formar entre iguales

RESPONSABLES / DIRECTORES         

  1. Tomar decisiones en función de la realidad de las competencias docentes para enseñar y lo que se pretende conseguir que aprenda el alumnado
  2. Dejar claras todas las metodologías a incorporar en las aulas
  3. Ayudar a los docentes a poner en común aquello que es capaz de hacer cada uno/a
  4. Reconocer las prácticas educativas adecuadas
  5. Ofrecer apoyo para la formación entre iguales

Si los responsables de las entidades educativas adquieren el liderazgo pedagógico suficiente para que los docentes abracen esa práctica educativa común que va más allá de su práctica individual, estarán sentando las bases de una calidad educativa transformadora, que otorgue mayor sentido a la formación ofrecida.

El reto del liderazgo pedagógico es lograr que los docentes dejemos de hablar en términos de “mi clase” y “mis alumnos” y lleguemos a expresarnos de manera consciente e intencionada, de “nuestras clases” y “nuestros alumnos”.

Referencias:

Malpica, F. (2013: 165-172). 8 Ideas Clave. Calidad de la Práctica Educativa. (Ed. Graó).

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