La comunidad profesional de aprendizaje como modelo de formación y desarrollo docente para la innovación

Todo profesional ha desarrollado, consciente o inconscientemente, un porcentaje de su práctica a través de la interacción con otros colegas. A veces, de manera informal participando en algún proyecto, en alguna discusión intentando dar solución a problemas concretos o como parte de un equipo que intenta realizar una mejora o innovación. La mayoría de las profesiones ya no se pueden entender sin estos espacios de trabajo colegiado, altamente supervisado, que dan un marco de seguridad para la aplicación de su práctica, la reflexión colectiva, intentar prácticas nuevas y ser reconocidos por ellas.

Lo interesante en la gestión del ámbito educativo sería que dejara de ser algo gobernado por el azar, la coincidencia y el voluntarismo de los propios profesionales, para transformarse en un modelo de formación y desarrollo docente bien estructurado, planificado, trabajado y evaluado.

Un vehículo para trabajar de esta manera, asegurando la transferencia colectiva a la práctica, son las comunidades profesionales de aprendizaje, pero ¿qué elementos son necesarios tomar en cuenta para hacerlas madurar en el seno de una entidad educativa?

No basta con desarrollar algún grupo de mejora o equipo de innovación, ya que dichas estructuras mantienen pocas interrelaciones entre ellos. Forma cada uno su espacio de trabajo, pero no están necesariamente alineados con un propósito más grande que los pueda abarcar a todos. Son grupos nacidos a partir de iniciativas personales que no necesariamente persiguen un objetivo institucional. En cuanto a los equipos de trabajo, tienen un objetivo en común pero que es sólo de ese equipo y por tanto la experiencia y práctica necesaria para el cambio solo la desarrollan unos cuantos que, se supone, luego explicarán y convencerán al resto de realizar la misma experiencia, pero normalmente esto no sucede, puesto que los demás colegas no han tenido la experiencia y, por tanto, no se ha generado en ningún momento la empatía necesaria ni la urgencia por el cambio.

Superar el individualismo que caracteriza nuestra profesión no es tarea fácil, requiere el desarrollo de estructuras adecuadas donde cada docente se sienta implicado, así como una metodología de trabajo que permita formarse en la acción y en la reflexión con otros. También requiere compartir ciertos valores y objetivos comunes, que van más allá de la propia práctica personal.

Cuando se desarrolla una comunidad profesional de aprendizaje, los diferentes equipos de mejora están interrelacionados por un referente común, que es transversal a todos ellos, y que permite que cada uno de estos equipos de mejora contribuya a dicho referente, que no es otro que la consecución de las finalidades del aprendizaje, es decir, mantener y mejorar la coherencia entre aquello que esperamos de los estudiantes cuando acaben su formación y lo que hacemos en todas las aulas para que cada uno/a alcance este perfil competencial.

Una comunidad profesional de aprendizaje consagra cada uno de los equipos que la integran a estudiar nuevas formas de cumplir cada vez mejor con sus finalidades del aprendizaje. Impulsa a los docentes a pensar creativamente sobre su práctica, y a cómo hacer para compartirla con el resto de colegas. Cuando se encuentra una nueva práctica, se prueba y si la evidencia comprueba su utilidad, se extiende al resto de colegas a través de redes de aprendizaje entre iguales. Cada equipo de mejora y los grupos que lo conforman, están pensando constantemente en diferentes aspectos de la práctica educativa, de una manera sistemática, organizada y alineada con un propósito común.

En este sentido, deberán procurarse estructuras que permitan el diálogo tranquilo, donde sea posible que los profesionales puedan presentarse la práctica unos a otros y desarrollen una capacidad reflexiva sobre su actuación, pero ya no en función de lo que se le vaya ocurriendo al colectivo o a ciertos individuos, sino que dicho diálogo se establecerá sobre acuerdos metodológicos de todo el colectivo docente, concretados en pautas de trabajo común que se quieren llevar a la práctica. Es decir, la propia práctica reflexiva se convierte en un espacio de aprendizaje dialógico sobre el acuerdo metodológico establecido previamente y que todos comparten como colegas, por lo que a todos/as les interesa y todos/as tienen algo que compartir.

Para ello, desde el punto de vista de la organización y gestión, deberán procurarse suficientes espacios, tiempos y soporte para que dicho aprendizaje dialógico y en acción pueda ocurrir.

Los equipos directivos deben ser capaces de ejercer un liderazgo transformacional, aquel que invite a los agentes educativos a participar, un liderazgo que permita que se experimente, se revise y se mejore. Hablamos de un liderazgo más participativo y distribuido que debe estar en equilibrio con el liderazgo transaccional (el que hace que las cosas pasen en el día a día).

Asimismo, la comunicación con los diferentes agentes educativos juega un papel primordial, incluyendo aquí a las familias, que pueden ayudar o perjudicar los procesos de innovación si no los entienden. Se hace necesario un buen sistema de comunicación y “venta” del proyecto de innovación para que todos los agentes estén alineados y comprometidos con su implementación.

Para resumir, el desarrollo de condiciones para que las innovaciones pedagógicas sean sostenibles tiene que ver con crear las condiciones necesarias, comenzando con el “para qué” de la propia innovación en función de las finalidades del aprendizaje que se pretendan conseguir en el alumnado, que permita un cambio en las creencias de los docentes y sus prácticas. Se trata, asimismo, de darle mayor consistencia al proceso formativo analizando las diferentes variables técnico-pedagógicas que lo componen. Pero, además, desde una visión más sistémica, las condiciones también pasan por desarrollar una cultura profesional que apoye la institucionalización de estas innovaciones mediante la fundamentación pedagógica, el trabajo colaborativo y la mejora continuar de la práctica, un liderazgo que acompañe el cambio, una comunicación adecuada con los agentes educativos (incluyendo las familias) y un organización y gestión que promueva la revisión de la práctica, la reflexión rigurosa y el aprendizaje entre iguales.

Desde hace de 10 años, en el Instituto Escalae acompañamos procesos de innovación con este enfoque de intervención. Hemos acumulado diferentes recursos y experiencias que van demostrando la capacidad de las entidades educativas para transformarse cuando son capaces de trabajar con un mismo horizonte y formar comunidad entorno a la innovación que desean desarrollar.

Para conocer más acerca de estos procesos, así como testimonios, recursos e investigaciones al respecto, visitar la web www.escalae.org


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