Está claro que la tecnología debe ayudar a mejorar el aprendizaje, poniéndose a su servicio. Si esto es así, puede que no haya una mejor forma de hacerlo que proporcionar a los docentes experiencias de aprendizaje sobre sus propias competencias que ayuden a darles más criterio y pericia para ayudar a sus estudiantes a producir su propio aprendizaje.

Visto de esta manera, la formación y desarrollo profesional docente, debería convertirse en la prioridad en el uso de tecnología para todas las entidades educativas. Hoy día la tecnología está siendo muy poco efectiva para ayudar al profesorado a desarrollar sus competencias. Los servicios de formación docente online e híbridos siguen en general el mismo patrón de la forma tradicional de formación docente que viene de finales del siglo XIX: un curso, unos contenidos cerrados, un grupo, un formador y un periodo formativo. El problema es que el diseño instruccional poscurso brilla por su ausencia y no se llega a saber nunca cuál fue la eficacia terminal en dicha formación, es decir, cuánto de la formación acaba en las aulas en forma de hábitos docentes colectivos. Aquí la forma en la que la IA puede ayudar en ello.

Imaginemos por un instante otra forma de entender la formación y desarrollo docente: experiencias de aprendizaje en las que no existen cursos, ni contenidos cerrados, ni grupos ni formadores y tampoco un periodo formativo concreto. Con ayuda de la tecnología, esto sería posible. Se trata de entornos virtuales de profesionalización (EVP) basados en una concepción de la formación docente como un proceso continuo de desarrollo competencial en la cual los docentes tienen acceso permanente a los contenidos a lo largo de toda su carrera profesional, desarrollando desafíos que siempre pueden mejorar, contactar con diferentes tipos de docentes en el tiempo, formando proyectos de transferencia, desarrollando conversaciones de aprendizaje en función de sus necesidades y revisando contenidos básicos, pero también recursos de ampliación que se van actualizando periódicamente, así como los contenidos que los propios usuarios van compartiendo como evidencias de su práctica y entradas tipo blog. La plataforma va reconociendo sus avances en el tiempo de forma continua mediante métricas, insignias, reconocimientos académicos y certificaciones internacionales de competencias docentes. En un diseño de esta naturaleza, debe haber una gestión de la comunidad que pueda acercar docentes con intereses comunes, experiencias de las que puedan aprender entre iguales y nuevas actividades que impliquen siempre un reto abordable. Manualmente sería imposible realizarlo, aquí es donde entra la inteligencia artificial (IA) como tejedor de la comunidad para ayudar en el proceso de aprendizaje de cada uno de sus miembros.

A continuación, se exponen 3 ideas clave al respecto:

  1. Colaboración social activa. – Se puede crear hasta 10 veces más interacción que los servicios de aprendizaje docentes tradicionales gracias a la integración de diferentes funcionalidades de colaboración como parte de los itinerarios formativos y no como algo aparte. Estas funcionalidades de colaboración recuerdan las redes sociales más usadas, pero que estén diseñadas específicamente para ayudar en el proceso de aprendizaje de habilidades concretas dentro de un marco de competencias para la docencia efectiva, de tal manera que cada docente pueda compararse contra dicho marco y reconocer su talento docente adquirido.
  2. Aprendizaje personalizado. – Recomendaciones personalizadas e itinerarios de aprendizaje individualizados que permiten crear a cada docente su propio proceso de aprendizaje en su zona de desarrollo próximo, no demasiado retador ni demasiado fácil, para generar un flow permanente que potencie su aprendizaje profesional.
  3. Analíticas de aprendizaje extensivas. – La analítica del aprendizaje permite abrir la caja negra que existe en la mayoría de los cursos de formación docente, en el que una pregunta queda sin responder: “¿Qué pasa después del curso?”. Los propios docentes, pero también los responsables de formación y desarrollo profesional de las entidades educativas pueden ver toda la interacción que ocurre y ofrecer un apoyo específico a cada docente en forma de coaching, mentoría o tutorización, para garantizar la transferencia a la práctica profesional: la medida de la verdadera eficacia terminal de la formación. Se trata de medir el proceso de aprendizaje de tres maneras: 1) Con un autodiagnóstico pedagógico que se aplique periódicamente para orientar el aprendizaje a lo largo de toda la carrera profesional y en función de las necesidades de la entidad donde trabaje, 2) con pequeñas preguntas hechas sobre cada pantalla y material para saber cómo avanzan, así como 3) con la observación de su comportamiento y aprovechamiento de la formación para ofrecer la retroalimentación docente específica.

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