En una entrevista a Wayne Holmes, especialista en inteligencia artificial en educación, habla sobre la manera de implementar la tecnología en educación: lo importante no está en la tecnología, sino en quienes que la diseñan e implementan. Las evidencias científicas existentes nos dicen que es necesario activarnos, emocionarnos y socializar para aprender, sin embargo, mucha de la tecnología existente no tiene este objetivo, sino más bien la gestión de la enseñanza (grupos, clases, asignaturas), el desarrollo y calificación de pruebas, la ordenación de información mediante repositorios, la entrega de informes académicos, la práctica de ejercicios para consolidar conocimientos y procedimientos e incluso el control de la atención de los/las estudiantes en clases magistrales presenciales o que realmente estén frente a la cámara y que no copien en los exámenes a distancia. La inteligencia artificial está sirviendo para que cada quien avance solo, frente a la pantalla, o para detectar estudiantes en riesgo y darles la “píldora” correspondiente para que no abandonen.

Pero ¿qué estamos haciendo? Estamos reproduciendo los mismos males de la educación tradicional, que dificulta el aprendizaje porque no genera activación, emoción ni socialización alguna.

Hoy día, deberíamos primar tecnología que ayude a mejorar la capacidad de aprendizaje, es decir, aplicaciones y hardware que permitan la participación activa de los estudiantes, que sean ellos los que definan los objetivos, desarrollen las actividades y las evalúen, con la guía adecuada. Tecnología para hacer entrar en conflicto cognitivo a quienes aprenden y activarlos mentalmente, hacerles buenas preguntas, pero dejar que descubran sus propias respuestas; software que permita partir de los conocimientos previos de los/las estudiantes y les ayude a realizar conexiones con el nuevo aprendizaje a conseguir. Tecnología que fomente el aprendizaje entre iguales, inteligencia artificial que ayude a desarrollar agrupaciones realmente heterogéneas flexibles y estables, que permita organizar y mejorar el trabajo por proyectos, ofreciendo diferentes posibilidades de proyectos en función de los intereses individuales y grupales. Software adaptativo que trabaje para mejorar la autoestima y el autoconcepto de quienes están aprendiendo, que les permita tener éxito, que les ofrezca feedback continuo para trabajar siempre en su zona de desarrollo próximo. Software que ayude al profesorado en la programación competencial, para hacer más flexible la utilización de espacios, para mejorar el clima de aula, para gestionar el tiempo de aprendizaje del alumnado y para contextualizar lo que queremos enseñar en la realidad cercana de quienes aprenden, tecnología que permita que la vida entre a las aulas y que nuestro alumnado encuentre mayor significatividad y funcionalidad en su aprendizaje.

Necesitamos tecnología para ayudar a desarrollar las competencias, así como a evaluarlas. Apoyos para pasar a la acción, con la ayuda contingente necesaria, graduada de lo más simple a lo más complejo y que permita la reflexión sobre la práctica. Los y las docentes necesitamos apoyo de la tecnología para generar situaciones problemáticas con los valores que queremos formar, donde se involucren componentes afectivos y que haya oportunidad de reflexión y toma de posición por parte del alumnado al respecto.

Y con respecto de la evaluación, lo que necesitamos es ayuda para realizar los registros, de forma adecuada y suficientemente abundante, así como asimilable con la recogida por otros colegas, para poder realizar una evaluación lo más objetiva posible. También necesitamos software que permita fomentar la autoevaluación y la autoregulación en nuestros estudiantes, que permita también coevaluarse sobre todas esos componentes transversales (inter y metadisciplinares), que también pueda recoger información de las familias y que dicha información sea asimilable a la recogida por los docentes para mejorar los informes de evaluación competencial, para verificar los avances a lo largo del tiempo y convertir así esta actividad en una evaluación realmente formativa.

Por último, la tecnología también debería ayudar a cuidar los aspectos socioemocionales de los estudiantes, ayudar a mejorar las relaciones interpersonales, la comunicación entre los agentes educativos, pero no para el envío, recepción y control de deberes, sino para cuidar a las personas, velar por su seguridad emocional y por su bienestar profundo…

Finalmente, Wayne Holmes recomienda en su entrevista algo muy sensato para todos los responsables educativos: Del dinero para invertir en tecnología, solo hay que gastarse la mitad en las aplicaciones o hardware, el resto debe servir para formar al profesorado en primer lugar, pero también al propio equipo directivo, a los estudiantes y a las familias para que sepan qué hacer con dicha tecnología. Amén.

 


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