Modelo de Integración Tecnológica con Calidad Pedagógica

Modelo de Integración Tecnológica con Calidad Pedagógica

 

Cuando se habla sobre digitalización tecnológica en las escuelas, colegios y universidades, observo que intervienen más los profesionales del ámbito tecnológico que no los del ámbito pedagógico, lo que puede suponer un problema, pues podemos acabar poniendo la tecnología del Siglo XXI al servicio de pedagogías del Siglo XIX que ya no responden a los aprendizajes que se requieren desarrollar hoy en día.

Desde mi punto de vista, todo modelo de integración tecnológica debe estar al servicio de la actividad a la que ayuda. Esto pasa en todos los ámbitos profesionales. Solo es necesario alzar la mirada y podemos observar cómo la tecnología está al servicio de la medicina, de la arquitectura, de la ingeniería, de la industria, etc. En ningún caso es al revés. Es decir, hay una relación de subordinación de la tecnología como elemento que se introduce solo si mejora lo que consiguen los profesionales sin ella.

En educación, en cambio, tenemos casos en los que parece que la pedagogía está al servicio de la tecnología, por ejemplo: “maestros, maestras, hemos comprado esta tecnología, ahora les toca a ustedes ver cómo sacarle provecho”, y casos en los que la tecnología no mejora para nada la calidad pedagógica de lo que se hace en las aulas: “maestros, maestras, no se preocupen por la pandemia, los alumnos se han ido a su casa pero les daremos formación para que puedan seguir haciendo sus clases magistrales por videoconferencia; ¡ah!, y hemos encontrado un software que permite saber si un alumno está copiando en sus exámenes o si se distrae de la pantalla”.

Lo peor del caso es que esta “digitalización” se vende como innovación educativa. Pero ¿qué clase de innovación es esta? ¿En qué mejora la práctica educativa y la producción de aprendizaje? ¿Se está midiendo siquiera?

Toda entidad educativa puede hacer una integración tecnológica adecuada, pero para ello la integración debe poner a trabajar a la tecnología al servicio del aprendizaje que se quiere producir, con todas sus consecuencias.

 

Modelo de Integración Tecnológica con Calidad Pedagógica

  1. La primera pregunta por responder en una digitalización escolar es: ¿Qué queremos que aprendan nuestros estudiantes al acabar su formación? ¿Qué competencias deben dominar, qué deben saber, saber hacer y ser? Si se tienen claras estás finalidades del aprendizaje (perfil de salida / egreso), es decir, si son compartidas y aceptadas por toda la comunidad educativa, entonces podemos pasar a la siguiente pregunta.
  2. ¿Cómo se aprende, es decir, qué evidencias existen desde las ciencias del aprendizaje sobre la manera en la que las personas aprendemos, según la etapa evolutiva, con relación a todos estos aprendizajes definidos? Aquí deberían aparecer principios psicopedagógicos y neurocientíficos como elementos activos de variables como la temporización y la estructura de las secuencias didácticas, las relaciones interpersonales, la organización social del aula, la gestión del tiempo de aprendizaje de cada estudiante, la gestión del clima escolar y los espacios de aprendizaje, los recursos didácticos y soportes para la enseñanza, la contextualización de los aprendizajes en la vida, el seguimiento y la tutorización del alumnado, las actividades formativas generales de la entidad educativa y, finalmente, también los procesos de evaluación para apoyar el aprendizaje.

Una vez que se tienen claras estas variables metodológicas y los principios activos que las hacen funcionar, entonces ya podemos preguntarnos:

  1. ¿Cómo integrar la tecnología en estas variables, siempre y cuando mejore significativamente lo que los profesionales pueden hacer sin ella? Así, convertimos a la tecnología en el “exoesqueleto” del profesorado, en unos apoyos que los hacen más fuertes y los convierten en docentes potenciados para producir de una mejor manera el aprendizaje deseado. Esto es poner la tecnología al servicio de la pedagogía, como debe ser si queremos ver mejoras en los resultados de aprendizaje.

Por tanto, si aún no tenemos claro por qué hacemos lo que hacemos en las aulas, por qué enseñamos de una manera u otra, y, sobre todo, qué aprendizaje producimos con ello, ¿cómo vamos a poner a la tecnología al servicio de nuestra profesión?

No creo que haya entidades educativas tradicionales e innovadoras, me parece una falsa dicotomía, sinceramente creo que más bien hay entidades que educan con base en evidencias y otras que educan con base en conveniencias (lo que siempre se ha hecho) o en ocurrencias (la última moda o lo que hacen otros), sean o no conscientes de ello. Y esto se puede hacer con o sin tecnología.

Por último, aún hay dos formas más en las que la tecnología puede ponerse al servicio del aprendizaje, que son clave en cualquier proceso de mejora, innovación y transformación educativa:

  1. La organización educativa, o cómo la tecnología puede hacer la vida más fácil a los profesionales, cómo poner toda la organización, la estructura, infraestructura, equipamiento, recursos funcionales y económicos, al servicio del aprendizaje.
  2. Y el desarrollo profesional docente, porque ninguna entidad educativa puede llegar más allá de la capacidad de sus docentes para hacer según qué cosas en las aulas, por tanto, cómo la tecnología puede ayudar a los y las docentes en la adquisición y el dominio de sus competencias profesionales, así como de las prácticas pedagógicas que mejor producen el aprendizaje deseado, ayudándoles en el desarrollo de criterio profesional para ponerlas en marcha y evaluar su eficacia.

Referencias bibliográficas:

Malpica, F. (2013). 8 Ideas Clave. Calidad de la Práctica Educativa. Referentes, indicadores y condiciones para mejorar la enseñanza-aprendizaje. Editorial Graó.

 


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