Buscadores de verdades: una reflexión sobre el perfil de salida del alumnado y la misión de la educación

Buscadores de verdades: una reflexión sobre el perfil de salida del alumnado y la misión de la educación

Por: Federico Malpica Basurto

Teniendo en cuenta que, según parece, ya hemos perdido el primer pilar que ha sostenido tradicionalmente la educación como garante del conocimiento (hay más conocimiento accesible fuera que dentro de las entidades educativas), deberíamos estar todos preocupados por fortalecer el pilar que nos queda: ser expertos en hacer que otros aprendan. Es algo que no puede (ni podrá) hacer Internet y ni siquiera la vida misma, pues allá aprendemos de otros y de situaciones que nos suceden, pero no necesariamente están pensadas para aprender. 

Ahora bien, aprender para qué. Es la pregunta más importante que debe responder cada entidad educativa, pero me gustaría compartir la reflexión de Francisco Esteban Bara al respecto que creo puede ser muy útil en estos momentos, y que a mi entender no solo sirve para educación superior, sino para reflexionar sobre cualquier perfil de salida o finalidades del aprendizaje. No sabemos qué mundo les espera a las nuevas generaciones (ni qué trabajos tendrán, ni qué tecnologías usarán ni qué problemas deberán resolver nuestros alumnos en el futuro), pero sí podemos equiparlos como “buscadores de verdades”. A saber…

Los estudiantes están llamados a ser buscadores de verdades, es decir, “personas que miran las cosas con espíritu crítico; conocen sus propias fortalezas y debilidades, están dispuestos a demostrar lo que saben, contrastar lo que conocen y aprender lo que desconocen; se resguardan en los gigantes de la cultura y la ciencia y no quieren saber nada de los cantamañanas; se afilian a las buenas maneras y huyen de la mala educación; no se miran el ombligo permanentemente ni están encantados de haberse conocido. En fin, digamos que son personas sabedoras de que su misión es humanizar el mundo, liberarlo de la ignorancia, la mentira, la mediocridad y las medias tintas.” 

¿No es algo así lo que esperaríamos encontrar en los y las profesionales actuales y también del futuro, independientemente de sus trabajos, sus tecnologías y sus problemas a resolver?

Sin embargo, parece que sigue habiendo obstáculos que impiden que este discurso (que muchas instituciones nombran en sus perfiles de salida del alumnado) se haga patente a lo largo de la formación. Aquí una síntesis de dichos obstáculos para la reflexión de nuestro quehacer como educadores:

El primero: no cultivar el sentimiento de pertenencia a la comunidad de buscadores de verdades. Si hay algo que todo/a estudiante debería experimentar al tener el privilegio de formarse en una entidad educativa es que participa en uno de los mejores proyectos de la humanidad y que ha recibido una de las mejores herencias posibles. La formación debería consistir “en aprender a formar parte de una maravillosa cadena humana que intenta cambiar el mundo a mejor. En ella están los grandes nombres de la cultura y la ciencia, pero esos son los menos, los más son individuos anónimos que también colaboran en la causa con enormes granitos de arena.” Pero a veces, este sentido de pertenencia queda sepultado por una montaña de burocracia, contenidos, boletines de notas y certificados académicos.

El segundo: apostar por una formación disgregada y acotada. Los programas formativos no deberían ser lugares estancos, cotos cerrados ni reinos de taifas. Parece ser que los jóvenes que aterrizan en cada aula, en cada curso, en cada nivel o etapa educativa, se encuentran todo lo que van a necesitar el día de mañana, “no hace falta acudir a campos vecinos, mucho menos a los que quedan más alejados”. Sin embargo, la educación no debería ser lugar para hacerse con unas orejeras, mucho menos para seres sedentarios, al contrario, los buscadores de verdades son nómadas que van allá donde haya cultura, donde haya aprendizaje, y se sirven de todos los recursos aprendidos de diferentes disciplinas para desempeñar su rol en la vida.

El tercero: sustituir el estudio por otras cosas. Los buscadores de verdades son individuos habituados a ponerle horas a lo que hacen, comprometerse con un asunto y tratarlo en profundidad, cuidarlo con esmero y observarlo con detenimiento. “A los buscadores de verdades no les gusta picotear en Internet, salir del paso o coger atajos, mucho menos que sean otros los que piensen por ellos. No quieren ahorrar tiempo, sino invertirlo, les da igual si les dicen que están perdiendo horas, saben que quienes afirman eso buscan pan para hoy y hambre para mañana.” Sin embargo, muchos estudiantes que ya vienen con esa intención se desaniman cuando todo es demasiado asequible y cómodo, cuando se les colma de atenciones, o no hay retos suficientes, “cuando se les falta el respeto por no confiar en ellos”. 

El cuarto: marginar asuntos de aparente inutilidad, pero manifiestamente valiosos. Lo primero que se le pregunta hoy en día a la educación es para qué sirve y qué se saca con ella, y claro, hay que presentar pruebas que demuestren su utilidad, eficacia y eficiencia (notas, accesos a la universidad, certificaciones internacionales). Todo eso está muy bien, pero la misión de la educación debería ir más allá de ello. “Los buscadores de verdades no suelen preguntarse qué sacaran con la formación que han recibido, se cuestionan qué hará de ellos dicha formación, qué tipo de profesional y persona podrán llegar a ser y cómo pueden contribuir al bien común. Sí, su preocupación es alcanzar una vida lograda, un cierto estado de plenitud humana o intentar hacer lo correcto, del modo correcto y por las razones correctas”.

Ahora bien, difícilmente un estudiante puede cuestionarse ese tipo de cosas si durante su formación no se ve envuelto en asuntos que le interpelan en tanto que persona, en conversaciones de esas que marcan, que empiezan y nunca acaban, en lecturas y en actividades experienciales que remueven, en proyectos de colaboración con la comunidad educativa y con su entorno, en fin, “en situaciones que llamen a la puerta de su carácter y su alma”.

Fuente: Esteban Bara, F. (2022). ¿Responde la universidad actual a su misión formativa? El blog de Studia XXI:

https://www.universidadsi.es/mision-formativa-de-la-universidad/

 

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